17 feb 2011

El pueblo que no crece esconde la clave contra el cáncer y la diabetes


Todo empezó como una investigación para averiguar por qué una comunidad ecuatoriana de los Andes tenía una estatura tan bajita, un tipo de enanismo denominado síndrome de Laron. Pero el seguimiento durante 22 años a 99 individuos de talla baja ha desvelado que su debilidad es también su fortaleza: la misma alteración que no les ha dejado seguir creciendo también parece ser la responsable de que sean inmunes al cáncer y a la diabetes.

Ningún diagnóstico tumoral ni de diabetes en dos décadas era un dato más que llamativo que el doctor Jaime Guevara-Aguirre, del Instituto de Endocrinología de Quito (Ecuador), empezó a estudiar en el laboratorio. "Yo seguía a esta población desde 1987, pero cuando empecé a alertar de la inexistencia de casos de cáncer, nadie me hizo caso, me tomaron por loco", bromea Guevara-Aguirre desde Quito. Con la colaboración de Valter Longo, de la Universidad de Southern California (en EEUU), acaba de publicar los resultados de sus hallazgos en las páginas de la revista 'Science Translational Medicine'.

Después de compararlos con otros 1.600 parientes de talla normal (con tasas de cáncer y de diabetes similares a la población general), y analizar miles de genes, los investigadores descubrieron que los individuos con síndrome de Laron eran portadores de una mutación en el gen que codifica el receptor de la hormona de crecimiento (la misma que va decreciendo con la edad una vez que los individuos adultos dejan de crecer).

Su enanismo les protege
Pero no es esa su única peculiaridad. Por un lado, sus células acumulan menos daños en el ADN; pero además, dichas células son capaces de 'suicidarse' en cuanto acumulan demasiados errores en su ADN (mediante un mecanismo denominado apoptosis). Como consecuencia de su mutación, los ecuatorianos 'bajitos' (descendientes de españoles conversos que abandonaron el judaísmo para evitar a la Inquisición) presentan menores niveles del factor de crecimiento insulínico tipo 1 (IGF-1) y concentraciones de insulina muy bajas. Por lo demás, su estado de salud es completamente normal.

Todas estas características celulares están detrás de la longevidad en otros organismos más 'sencillos', como las levaduras, las lombrices o los ratones. Sin embargo, y paradójicamente, esta población ecuatoriana no presenta una mayor esperanza de vida que sus parientes sin la mutación. Probablemente, reconocen los especialistas, por su elevada mortalidad por accidentes, abuso del alcohol y otros problemas no relacionados con la edad; aunque tampoco se atreven a asegurar que su esperanza de vida hubiese sido muy superior sin estos hábitos dañinos.

Buscando un tratamiento
Entre los firmantes de la investigación se encuentra también un español, Alejandro Martín Montalvo, que participó en el trabajo entre su etapa como investigador del Centro Andaluz de Biología del Desarrollo (centro mixto del CSIC y la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla), y el Instituto Nacional del Envejecimiento (con sede en Baltimore, EEUU). A su juicio, a pesar de la importancia del hallazgo de esta población 'inmune' al cáncer, es pronto para pensar en el uso de bloqueantes de la hormona del crecimiento como tratamientos quimiopreventivos.

Porque aunque hace tiempo que investigadores de todo el mundo indagan en la relación entre envejecimiento y cáncer, este equipo internacional da un paso más al sugerir la posibilidad de bloquear la hormona del crecimiento en individuos sanos como una especie de 'seguro' contra el diagnóstico de patologías asociadas a la edad, como el cáncer o la diabetes.

De hecho, en la actualidad ya hay autorizados en EEUU algunos fármacos que bloquean esta hormona, y que se emplean para el tratamiento de pacientes que sufren gigantismo (acromegalia). Sin embargo, reconocen, una cosa es eso, y otra emplearlos en individuos con una talla normal como tratamiento preventivo contra el cáncer.

Las implicaciones que eso puede tener, y los posibles riesgos de bloquear la hormona del crecimiento en individuos sanos, han llevado al equipo de Longo a solicitar permiso para realizar un ensayo clínico en pacientes que estén recibiendo quimioterapia. "Sería el sueño de cualquier administración: todos viviríamos una larga vida sana hasta que, al final, morimos".


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